Un verano de novela.

Alguno me habéis preguntado como ha sido mi verano, pues aquí os lo cuento. 



Como alguno ya sabrá a mediados de julio me desplazé hasta las islas, concretamente hasta Nidocuervo, donde pasé unos días en plan tranquilo con Marta Ferrer y donde conocí también a Tomás Laguna. Pero a los pocos días de estar allí la tranquilidad desapareció a la vez que hacía su aparición por el pueblo un tipo con una moto y carácter serio que me hizo replantearme mi estancia, así que decidí volver a la península tras 259 páginas de estancia que me supieron a poco.

Y eso hice,  así que la última semana de julio decidí visitar a mi amiga Runa en Valencia.  Ella es inspectora de policía y se encontraba recién incorporada tras una larga temporada de baja a causa de un aparatoso accidente con el coche. Con ella y con su compañero Roi volví a perderme por las calles del casco antiguo de Valencia, estuvimos por el Barrio del Cabanyal y volví a recorrer el cauce del río Turia convertido en una gran zona de esparcimiento. Me presentaron a su compañero Quique con el que visité una tienda de antigüedades donde estuvimos viendo un antiquisimo libro, uno de esos raros lleno de grabados y dibujos indescifrables. Creo que era para algo de una investigación en la que estaban trabajando. Lo pasé genial allí con ellos hasta que por no molestar mientras ellos trabajaban en descubrir al autor de varios crímenes que estaban ocurriendo en la ciudad, y tras 359 páginas de estancia dando la chapa, me despedí.

 Como estaba más cerca de Barcelona que de costumbre cogí el tren y me presenté en Vilafranca del Penedés a saludar a mi amiga Silvia Mercado,  una mossa d'Esquadra a la que no veía desde hacía tiempo. Una vez puestos al día me presentó a su compañero y pareja, Saúl,  un tipo decidido y muy profesional con el que ya llevaba algún tiempo.  Me contó que no andaba muy bien con su jefe, el sargento Castro, y que temía que la cosa se complicase bastante porque les hacía la vida imposible. Estuvimos también por toda la zona sur de Barcelona y me llevaron a Sant Feliú de Llobregat y los alrededores,  allí me comentaron todo el problema que tenían con las plantaciones de marihuana y las mafias que las cultivan y las distribuyen. El caso es que hubo un atraco a una sucursal bancaria y como les asignaron el caso decidí dejarlos trabajar sin tener que ocuparse de un invitado como yo que sólo sería una molestia, así que tras 420 páginas emprendi rumbo a una nueva ciudad.
 
Elegí, una vez más, Granada, a la que no me canso de volver cada vez que tengo ocasión.  Durante el trayecto avisé a mi amiga Jimena Cruz,  una periodista un tanto peculiar que vive en pleno corazón del Barrio del Realejo. Pronto nos pusimos al día y me contó que andaba enfrascada en una investigación con la que pretendía escribir el que sería el artículo de su vida. Así que allí me tuvo dando viajes por Plaza Nueva, la Carrera del Darro, el Albaicín y el Sacromonte. Esta chica no se cansa de recorrer estas calles adoquinadas y las empinadas cuestas una y otra vez. Menos mal que tuvimos tiempo de tomarnos unas croquetas en Los Manueles y un té verde en una de las teterias de la calle Caldereria Nueva, que ya sé que es para turistas, pero me encanta. Jimena me contó que no andaba muy bien la relación con sus padres, y me presentó a Hugo, un policía con el que mantiene una relación un tanto peculiar, que además le estaba echando una mano con su particular investigación de unos crimenes que habían ocurrido en las últimas semanas. Estuve en Granada poco más de 600 páginas pero antes de abandonar la ciudad pasé la mañana en el hamman de la calle Santa Ana. Baño árabe y masaje era el plan. Ahora si que me sentía como nuevo.

Los días fueron pasando y ya casi al final de agosto unos amigos me propusieron que viajase hasta la  costa oeste de los Estados Unidos,  y dicho y hecho, ¡allí me planté!.  No me preguntéis en que sitios estuve exactamente, pero no ando muy desencaminado si os digo que por Colorado, Idaho, Kansas o Nebraska. Allí conocí a Jimmy Nolan, a Red Button y a la carismática Sally Tres Dedos, una fémina muy interesante, entre otros "personajes". Pasé unos inolvidables días recorriendo ranchos, viendo el traslado de las reses, y sobre todo conociendo a tipejos (y tipejas) de dudosa calaña y moral, de esos a los que no puedes darle la espalda ni en un descuido. Lo mejor de todo eran las partidas de poker que se montaban cada noche en un tugurio llamado La mano del muerto (Si Dumas levantara cabeza). Estuve por tierras americanas 158 páginas, pero la cosa se puso tensa con un tipo al que llamaban El enterrador y salí  por patas casi sin despedirme.
 
Así que lleguė a casa hace un par de días y aún ando deshaciendo la maleta. Y no creáis que ha sido todo viajar, que también me ha dado tiempo a leer, y entre ciudad y ciudad he podido  leer las novelas Los nombres prestados, de Alexis Ravelo, Lágrimas de polvo rojo, de María Surė, Un trabajo limpio, de Xus GonzálezLas niñas salvajes, de May R. Ayamonte y La mano del muerto, escrito por los integrantes del blog El Quinto Libro. Como veis un verano algo menos movido que el anterior pero que también ha quedado DE NOVELA.  Ahora a preparar las próximas vacaciones.
¿Y las vuestras como han ido?


“Para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro”
Emily Dickinson



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